Arte poética
Dicen en coro los mercaderes:
"la Poesía ha muerto",
y los críticos brotan
por entre las baldosas, los excusados,
y gustosos diseccionan los poemas,
disecan los versos, los colocan
como inertes mariposas
-esas que vemos atravesadas,
por pequeñísimos alfileres-
en inmensas vitrinas
de museos, facultades,
o en el XVI Congreso
del onanismo y las letras.
¿Pero acaso será verdad?
¿Estará muerta,
poblada ya de gusanos
que como a un perro marchito
devoran
al costado del camino?
Creen los burgueses comprarla, y,
decorar sus grises vidas, su fealdad;
y le leen los 20 poemas de amor a su criada
y nivelan sus mesas, su ego, con Verlaine,
Creen entenderla, que se debe entender,
y recuerdan, memoriosos, eruditos resultados
de la novena autopsia, corregida y aumentada,
de los punteros de la lengua.
Creen los oligarcas tenerla, poseerla,
y tan sólo amontonan, coleccionan,
con su congénito y triste fetichismo,
vetustas, arqueológicas ediciones
que tan sólo serán
moneda de cambio
y nada más.
¿Pero acaso será verdad?
¿Estará ahogada, sepultada,
en los espesos montes de polvo
que la historia acumula
en los abismales fondos del tiempo?
Dícense poetas,
y tan sólo le cantan
a sus uñas encarnadas.
Creen en lo universal de sus poemas,
y tan sólo nos hablan de la angustia
que un burgués siente ante el desencanto
del vacío que la burguesía ofrece,
a propios y ajenos,
mientras ebrios de esperanza
mezclan sus versos en la licuadora.
¿Pero acaso será la poesía
la que está muerta?
¿Serán los poetas
los verdaderos poetas?
¿Será Poesía lo que nos dicen
es Poesía?
La Poesía se escabulle entre las manos,
como arena, como agua, como tiempo.
Aunque no la nombren,
ella está.
Estuvo,
Con las Madres de la Plaza,
dando vueltas, resistiendo,
levantando el puente,
-ladrillo a ladrillo-
que con ellas nos comunicara.
Estuvo,
el 19 y 20 de diciembre,
danzando junto a motoqueros
que eran salpicados con plomo
mientras repartían valentía
y entregaban
palos y cadenazos
a la montada.
Estuvo,
en cada lágrima,
cuando por tres días,
La Plaza nos quedo pequeña
pequeñísima, como una moneda,
como para poder hospedar
tanto dolor,
tanta esperanza.
Está,
En el barro que se acumula,
en las botas, las suelas
de los albañiles,
que levantan inmensas torres
para así rascarle
su ancha espalda al cielo.
Está,
en las musicales calles de los barrios,
donde los niños practican puntería
para bajar a piedrazos las estrellas
y probar la destreza lunar de los gatos.
Está,
En aquella choripaneada que,
con sus hipnóticos vapores,
penetra en la casa del oligarca, y,
seduce como la mismísima caricia del diablo
a las rubias y rosadas hijas del estanciero
para que juntas pidan a su criada las llaves, y,
salgan alegremente a ser bañadas en el corso.
Porque,
La Poesía será,
como una turbulenta turba de negros,
o no será NADA.
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Me encantó!
ResponderEliminarAsí, leido, queda muy diferente...
Lula Zanini