Noche de los lápices por Dano Cooke



La noche es una negra de pecas luminosas,

que toma tereré y lo endulza todo con la luna;

mientras los tejados le acarician el mentón

con las lánguidas colas de sus gatos.

Y los adoquines -esa muchedumbre de piedras-

recorren las platinadas, aritméticas calles de La Plata

como una procesión silenciosa que distante la busca...


todo esto sería muy bello, si

no estuvieran siendo violentadas, a su vez,

las somnolientas puertas de diez estudiantes secundarios,

por un estampido de botas y

un centenar de hijos de puta.

Y fue en ese instante,

cuando las diagonales escaparon de horror

hacia las plazas, las plazoletas,

y nunca la luna supo tan amarga a la noche

que ahora estaba pálida e inmóvil, postrada,

a pesar de los gatos y sus tejados - tan ásperos ya-

que la dañaban y raspaban,

como si estuvieran arrastrándola por el suelo.


¿Pero qué habrán hecho estos pibes?, se preguntaban los vecinos

¿Habrán descendido, directamente, a dónde anida el olvido, y,

compartido el mate y los bizcochos que

generosas dan las doñas en los barrios, bautizándonos,

como uno más de los suyos, como uno más de los nuestros?


¿Habrán intentado llevar la palabra, hundirla,

donde no existen diferencias entre un pan y una piedra,

entre un perro y una rata, para poder así,

ponerle nombre a la esperanza, a los enemigos

de la infancia, del futuro de nuestro pueblo?


¿Habrán, quizás, unídose y comenzado a derribar

las inmensas paredes del egoísmo, de la crueldad, y,

con sus jóvenes manos - hermosas como dos unidades básicas-

comenzado a forjar, lo que alguna vez será,

una Patria libre, Justa y Soberana?


Sí, Racero y Ciocchini,

Falcone y López Muntaner,

De Acha y Ungaro, Diaz y Calotti

Moler y Miranda, lo hicieron:


Descendieron, directamente, a dónde anida el olvido, y,

compartieron el mate y los bizcochos que

generosas dan las doñas en los barrios, bautizándonos,

como uno más de los suyos, como uno más de los nuestros.


Llevaron la palabra, la hundieron,

donde no existen diferencias entre un pan y una piedra,

entre un perro y una rata, para poder así,

ponerle nombre a la esperanza, a los enemigos

de la infancia, del futuro de nuestro pueblo.


Se unieron y comenzaron a derribar

las inmensas paredes del egoísmo, de la crueldad, y,

con sus jóvenes manos,

comenzaron a forjar, lo que alguna vez será,

una Patria Libre, Justa y soberana...


Poema publicado en Revista Oveja Negra, número 8.-

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