Ima sapra



A la muerte de José María Arguedas

Ya inundaba la luna con sus rayos
las gotas de rocío vegetales
y el canto del cristal contra las rocas.

Tiritaban los astros temblorosos.

La noche fue cayendo en la arbolada.

Y alzado en la verdura,
llevado por el viento de su cause
sus ramas llora el ima sapra en el arroyo,
como un eléctrico escoyo
del quejumbroso aire
que de la noche hizo primaveras.

Tal vez el ceño oscuro de sus párpados
o derrama esplendor en la laguna,
o su melancolía,
o su coro noctámbulo de grillos,
o una mosca alzando el vuelo azul.

El idioma del viento
ha olvidado el follaje de los bosques,
el claro corazón de la mañana
y el mundo cristalino de sus cerros.

Ahora que no estás, José María,
en vos que supo arder
la lámpara en la tierra,
el ayer
en que te ha borrado la descarga
y el hoy
en que no sos,
hermano Arguedas.

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