Cambio cultural y militancia


























 Por Julio Ruiz

“Lo que a mi me preocupa es que pueda retornar en nosotros el espíritu oligarca. A eso es a lo que le tengo miedo, mucho miedo, y para que esto no suceda he de luchar mientras tenga un poco de vida – y he de luchar mucho – para que nadie se deje tentar por la vanidad, por el privilegio, por la soberbia y por la ambición”.
Eva Perón

“Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que nunca conocieron fue el deshonor.”
John William Cooke, en 1965 en la CGT de Bahía Blanca

“El éxito se concibe, se prepara y se realiza para explotarlo luego. Pongamos en ello una firme voluntad y un pensamiento claro, que lo demás es sólo ejecución.”
Juan Perón, mensaje a la juventud, agosto de 1972

La sociedad argentina está en un profundo proceso de cambio. Un cambio que se expresa en transformaciones de carácter cultural. Esto significa una reformulación en todas las relaciones sociales: interpersonales, interfamiliares, intrafamiliares, intergrupales y comunitarias. Esta profunda alteración se produce por la caída de los paradigmas del régimen, y en la medida que esa transformación toma forma aparecen, confusamente pero inequívocos, los nuevos paradigmas.

En la negación global que el pueblo está haciendo del viejo régimen, está presente también que ninguna cosa a la que nos habían acostumbrado, puede volver a funcionar como antes eran.

Todos los puntos de apoyo que constituían el poder real en Argentina están cuestionados y en retirada por primera vez desde marzo de 1976. Se avizora entonces, que la capacidad de decisión del pueblo argentino ha vuelto a manifestarse. En la calle está la voluntad nacional y popular de ser libre, justo, soberano.

La memoria popular tiene presente que con la retirada precipitada de la dictadura en su versión militar y el advenimiento en 1983 de la democracia formal, una horda de mercaderes dieron muerte a la política, transformándola en burda competencia por cargos, sin otra ambición que el éxito personal, hasta haber hecho de la política una palabra vacía que velaba una red de intereses y privilegios injustos, anudada al poder real de los grandes intereses económicos.

La enfermedad producida y alentada por la contracultura oligárquica, atacó al conjunto de los cuadros, militantes y activistas, tentándolos para que se conviertan en funcionarios o simples vividores o clientes, alejándolos de la necesaria identificación con el pueblo.

Los tiempos históricos han cambiado…

Leonardo Boff, el teólogo brasileño ha dicho recientemente: “Néstor Kirchner ha rescatado la dignidad de la Nación Argentina”, señalando con meridiana claridad un hecho de autoafirmación que representa un nuevo umbral de acumulación de poder popular.

Este pueblo no confiará más en dirigentes y proyectos políticos meramente personales o de secta que nos condujeron al desastre y tampoco en organizaciones partidarias que prometen una cosa y hacen todo lo contrario, defraudando la voluntad popular. Nuestro pueblo no acepta más a los que se autodenominan “dirigentes”. Sólo aceptará a los que testimonien con su vida, dejando de lado el individualismo regiminoso que todavía anida en algunos corazones.

Los cuadros, los militantes que quieran tomar la tarea de “devolver al pueblo con claridad lo que éste expresa con confusión”, deberán asumir un profundo cambio en su propia actitud cultural. La profundización de este camino no dependerá sólo de ellos, pero seguramente sin ellos va a ser muy difícil y más aún puede desembocar en una nueva frustración, un nuevo fracaso.

Será preciso que los cuadros, militantes y activistas demuestren sus palabras con el testimonio personal para romper con la falsa e insidiosa prédica que sostiene que la política es una actividad dedicada a la corrupción de las personas.

La verdadera política sólo está constituida por actos que testimonien los ideales que se proclaman. En esto reside la singular respuesta popular a lo hecho por Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.

La política vuelve a ser una relación interactuada entre seres humanos vivos. Un diálogo, en fin, que excluye la represión y la corrupción como formas de relación política, formas propias de la contracultura oligárquica.

La reaparición de la política en la cultura popular ha surgido en forma natural, sin que muchos lo adviertan en un primer momento. En la rebelión desesperada del 2001. En el alborozado festejo del Bicentenario. En el dolor, no exento de esperanzada reafirmación del rumbo, que produjo la muerte de Néstor Kirchner. En todas estas expresiones fueron germinando las semillas del renacer del movimiento nacional, que se fue desvelando hasta hacerse manifiesto.

Este renacer de la política como herramienta de transformación actuante en la realidad, es uno de los grandes legados de Néstor Kirchner. Esto y el testimonio militante es lo que ha producido la convocatoria a una multitud de jóvenes que no deben ser defraudados, ni mucho menos arrojados al cochambroso festín de los mercaderes de la política.

En este camino de dar testimonio con la propia vida, los llamados funcionarios deberán abandonar las viejas prácticas, haciéndose un deber el servir, con humildad, ejemplo y sacrificio personal más que cualquier otro militante. La capacidad de maniobrar, gestionar y relacionarse no debe ser motivo de lucimiento personal, sino de soporte al crecimiento de un proyecto colectivo. Los funcionarios deben ser esclavos de un pueblo libre en la construcción de una comunidad organizada en un nuevo marco cultural. Es lo que nuestro pueblo reclama en la hora actual.

No pretendemos con esto disminuir la importancia real que tienen quienes ejecutan lo que podríamos denominar “políticas de vanguardia”: funcionarios electos o designados para distintas funciones ejecutivas u organizativas. Pero no es menos cierto que si el único cometido de la militancia es conformar sólo una fuerza electoral y suscitar sólo personajes “políticamente correctos” que puedan aparecer en una pantalla televisiva, podremos ganar batallas con los votos, pero correremos el riesgo de perder el horizonte estratégico del cambio de fondo que exige nuestro pueblo y del que ya éste es protagonista.

Es preciso que los militantes demuestren con su ejemplo – en especial a los jóvenes - que hacen política sin ser corruptos, ni ladrones, ni vividores, ni integrantes de círculos privilegiados. Servicio, trabajo, disciplina, humildad y amor al prójimo son las condiciones necesarias que miles de argentinos tienen para convertirse en auténticos dirigentes populares.

La cuidadosa, prudente formación de los militantes juveniles es un imperativo del momento porque “ellos realizarán todas nuestras esperanzas… todos nuestros sueños ¡y también nuestras utopías!”. Juan Perón, mensaje a la juventud 1º de mayo de 1955.

Un militante que construye en su ámbito no va a enseñar, ni a adoctrinar, ni a “bajar línea”. Va a aprender cómo se construye la comunidad de la única forma posible: haciéndola. Si se diferencia del resto será en su claridad, su determinación, en su compromiso, trabajo, disciplina y persistencia en el esfuerzo. Si ejerce esas virtudes con tenacidad, será retribuido con la confianza, un logro fundamental en el camino de la restauración del tejido social y la dignidad de los argentinos.

La experiencia histórica no enseña que cuando el movimiento nacional deviene en partido electoral y únicamente en eso, el movimiento languidece para finalmente dejar de existir. La política no es destrozarse día a día en la interna partidocrática. Tampoco es defender intereses personales o de círculo.

El movimiento nacional siempre llegó al gobierno a través del voto popular, por lo tanto es clara la importancia de contar con herramientas electorales eficaces. Pero estas serán tales en la medida que podamos abandonar la ideología y la práctica oligárquica de la que nos hablaba Evita, y que todavía perviven en el meollo de algunos autotitulados dirigentes. A los cuadros que no han claudicado ante la tentación, les corresponde la difícil tarea de formación de los jóvenes para que sea fértil el terreno en que florezcan las “mil flores” que fuera el último y profético imperativo que lanzara Néstor Kirchner.


Bahía Blanca, diciembre de 2010
Fuente: http://www.elortiba.org/notatapa4.html

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