Adiós compañero

Te me fuiste compañero y aún no logro entenderlo. Estos días serán, más que nunca, algo oscuros, pero tambien rociaran esperanza. ¿Esperanza? Si, esperanza. Hoy más que nunca estamos convencidos, hay algo que no puede detenerse. Esta rueda que inicio su camino allá por el 2003, cuando yo era apenas un pendejo y no entendía mucho de nada y nada de mucho, no podrá detenerse hoy.
Me levante temprano esperando al censista, como buen argentino.
En mi casa se respiraban aires de felicidad, mi viejo tomaba mate y hacía bromas sobre el censo, sobre qué titularían los diarios reaccionarios cuando este acabe. Mi vieja se indignaba también, con algún imberbe periodista que no sabía que decir y solamente simplemente hablaba, o por que tiene lengua, o por que le pagaban para que lo haga. El censista llegó tipo 9 y media, que se yo. Era un chico conocido, lo teníamos visto de algún lado. Se sentó, le dimos un mate y comenzó su cuestionario, cumpliendo con su laburo. Las preguntas no tomaron mucho, fue algo bastante simple sin muchas vueltas. Se fue tranquilo a seguir su recorrido, nos pegó en la puerta un sticker que nos identificaba como censados. Volví, nos sentamos con mis viejos, hicimos bromas sobre la indignacion de algunas personas porque en el censo le preguntaron si tenía baño con cadena. Nos reimos. Era un día feliz, me pondría a estudiar para un examen, había aprobado otro y me tenía fe.
Mi vieja fue a visitar a mi abuela que vive en el mismo terreno. Con mi viejo seguiamos hablando. Volví a la computadora, no vi nada, no leí nada, no aparecio nada. Ninguna red social lloraba, ningun diario titulaba, ningun compañero se lamentaba.
Mi viejo gritó.
Corrí al comedor.
"Murio Nestor Kirchner"
Grité.
Y salí corriendo.
Entré en la casa de mi abuela diciendo que había que poner TN, mi vieja preguntó si había algún asaltado por el censo. Puse TN en la pieza de mi abuela. Mi vieja entró y casi al instante lanzó un grito negador que me golpeó la médula.
Volví a mi casa. Cambie de canal. Puse canal 7. Las propagandas daban vueltas, nadie decía nada. Lo llamé a Augusto, le pregunte si estaba confirmado. Lo estaba. Corté.
Había muerto Néstor Kirchner. Se nos había ido el pinguino. Se nos había ido nuestro presidente, nuestro compañero.

El llanto tardó en llegar, pero al poco tiempo se me presentó. Mi vieja quebraba en lagrimas de vez en cuando. Yo hacía lo mismo. Pensé, sobre todo, en mis compañeros que estarían censando casas que podrían o estar en lágrimas o podrían estar festejando. La gente es cruel, y en momentos así puede llegar a serlo más todavía. Mis compañeros se enterarían de la notica en un televisor ajeno. Harían el cuestionario probablemente firmes, probablemente en lágrimas. Se había ido Néstor, nuestro Néstor, nuestro futuro presidente, nuestro conductor ideológico, nuestro transformador. Se había ido el pinguino.
La militancia cayó durante unas horas, reflexiono. Como seguir, como avanzar, como profundizar. ¿Y ella? Como estaría su mujer, ahora viuda, que tenía en sus hombros un proyecto tan grande, ahora que había perdido a su leal compañero de la vida, a su militante de día y de noche, al padre de sus hijos. Destruida seguro, bajo lentes negros y un luto de penas, bajo una coraza de esperanzas, abrazada por un pueblo.
Entré a ese oscuro lugar, mi primera entrada a la rosada en toda mi vida, para ver el ataud de mi compañero. El olor a flores y a sal de lágrimas, la gente pasando entre llantos, algunas señoras rogando a Dios. Cada dos o tres pasos sobre el silencio caía una lluvia de aplausos, alguien le daba fuerzas a ella, y ella las consumía. La ví, tan cerca. Solo pude decirle "Fuerza Cristina", estaba tan dolido, tan destruido. Y salí, recordé a las madres de plaza de mayo que antes habían dado vueltas a la pirámide, como caminantes eternas del silencio. Me sentí así, en silencio, en profundo silencio, un silencio tan horrible y tan aplastador que jamás olvidaré en mi vida, un silencio conjunto, muchos silencios, cientos de silencios, miles de silencios, el silencio solitario debe ser horrible, pero el silencio colectivo es aun mas aterrador, y mas rabioso. Y algunos llantos que lo pintaban, como el pianista pinta sus notas. Y algunos aplausos que lo cerraban. Y lloré, lloré y abracé a mis compañeros. Estábamos de luto.
"Fuerza Cristina"
"Viva Nestor"
"Gracias Nestor"
"Confio en vos Cris"
"Te amo Cris"
"Adios Nestor"
"Viva la patria"
Una V, otra V, un puño levantado en sinónimo de fuerza. Un abrazo, un beso. Un llanto, otro llanto. 
En la plaza cantos, gritos, saltos, el dolor se transformó en felicidad. Tomamos nuestra pena y la canalizamos en el aire, gritamos con fuerza para demostrarnos que no estábamos derrotados, solo de luto. Había que profundizar, profundizandonos a nosotros, profundizando nuestra unión, nuestros lazos, nuestro dolor, nuestra alegría. Profundizar. Estábamos juntos.

Y sonreí, por que sabía que esto continuaba. Habiamos perdido a nuestro pinguino, a nuestro más amado compañero, al igual que muchos argentinos había perdido a su lider. El pueblo no olvida, jamás olvida a quien dió su cuerpo y alma por la patria. Mucha gente lloraba, se lamentaba, muchos jubilados agradecían, algo increíble. Muchas más gente de la que yo pensaba. Un campo de flores, miles de carteles sobre las rejas, un piso lleno de cartas y de pequeños pinguinos de origami, banderas, pancartas, flores.
Néstor dio su vida por su pueblo, aunque los medicos le habian dicho que debía parar el no hizo caso. Cabeza dura, cabeza dura como pocos. Dos problemas coronarios y en menos de dos días volvía a su trabajo, siempre viajando, relacionando, negociando, consolidando, nunca se detuvo, nadie podia hacerlo, sus convicciones eran tan fuertes que estaba completamente entregado. Entregado a su pueblo, a su patria, al proyecto. Al igual que el general, al igual que Eva. Y así se nos fue, un día estaba y al otro no, su esencia simplemente se despidió como una brisa.
Con esa sonrisa, ese gesto burlon que siempre tuvo, rompiendo todos los canones. El loco que revolio el baston cuando asumio, el loco que se partio la cabeza cuando se tiro a la gente, el loco que se atrevió a decirle NO al FMI cuando todos peleaban por arrodillarse a sus pies, el loco que se paró frente a las fuerzas armadas y cumpliendo su rol como nunca nadie había hecho en este país les dijo: "Bájeme ese cuadro", el loco que fue derrotado y nos dijo a todos "Hay que profundizar". El loco que fue insultado, odiado, golpeado, defenestrado y calumniado, sin embargo siguió gritando con fuerza que no iba a ser derrotado. El marido de ella, su cumpa, su sustento.
Y basta, me brotan las lágrimas. Se nos fue el Néstor. Se nos fue Néstor. Se nos fue Néstor. No. No puede ser.
Hasta siempre compañero. Nunca serás olvidado, nunca.

Y con toda esta rabia morada

Y con toda esta rabia morada se me parten los ojos del llanto
de no crerme a mi mismo que me estoy creyendo tanto dolor
se me fundieron los días por sobre las noches
ya pasaron bastantes caprichos a un mes de tu partida.
Y en mis venas malcomidas se roen las paredes
y en mis sales lagrimadas se fortalecen las nostalgias
cada día en mi imaginario colectivo
te despido sobre un anden y te me vas al sol
y te me enfuscas con los recuerdos
y te me haces escarcha entre mis manos.

Te quiero recordar con una sonrisa
pero sencillamente se me pudren los latidos
te quiero nombrar en el silencio
pero tu espiritu me tironea las vocales
y me rompo todo
me desilacho como una mentira dulce.
me caigo y me volvés a levantar
me pelo las rodillas
y me cargas sobre tu espalda
y cada noche en mi cama fría
donde quisiera cortarme las piernas
solo de saber que no te me acercas
me duermes lentamente
y me ayudas a superarte.
Y con toda esta rabia morada se me arquean las flores
de no creerme suficiente para llevar tu nombre en mi bandera
se me aniquilan las palabras para dejarte hablar en sus sonrisas
en aquellos que amabas, cuidabas y protegías.

Y en mis soles apagados hoy reviso mis endijas
por donde quisiera fortalecer estos llantos azulados
cada día en donde te recuerdo
trato de ser mejor que el anterior
y honrarte en todos lados y en todos los latidos.
                                                                                                                              Por Marcos Di Trana

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