19 y 20

 A los caídos en la revuelta popular del 19 y 20 de diciembre del 2001


I

“piquete y cacerola, la lucha es una sola”


Recuerdo aquel metálico murmullo,
-como un primitivo llamado de guerra-
tiñendo la noche toda con su rumor.

Recuerdo aquel metálico murmullo,
y una doña bajando una estrella,
para reemplazar su abollada, maltrecha olla.



Recuerdo aquel metálico murmullo,
vibrando en cada ventana, saltando de balcón a balcón
y llegando, de pronto, intacto a mis manos.

Recuerdo aquel metálico murmullo,
invadiéndolo todo, invitándonos a la calle, y,
a mi vecina y sus ruleros alimentando con fuego el piquete
y también a Jorge, el peluquero, castigando con ritmo su sartén,
y a Dorita, la del sexto y sus siete gatos, enarbolando altiva
una extensa bandera argentina, en la ochava de Las Violetas,
/confundiéndose
toda ella con un endeble y delicado mástil
decorado con pantuflas y un pijama florido.

II

“Ningún orden social se suicida”

Como una inmensa antorcha,
una palmera incendiaba la noche,
mientras que a sus pies las Madres resistían,
como tan sólo ellas saben y sus pañuelos,
que volaban como palomas por los palos
que la policía repartía, democráticamente,
sin discriminar a nadie por su sexo, edad o color.

Así con ellas, hasta que luego de varios minutos,
-que se contaban cada veinte palazos o más-
un boxeador retirado se sumó a la escena, y,
con un golpe certero a la mandíbula logró
noquear a un caballo y la insensible bestia,
-que vestía toda de azul y lo montaba-
presa de lo inesperado, ordenó la retirada.

Pero eran cientos los efectivos policiales,
y las balas invadían la Plaza como un plaga egipcia,
y los compañeros -porque en ese momento todos lo éramos-
iban cayendo violentamente contra el asfalto y su sangre
alimentaba, dábale cada vez más nítida razón al
“QUE SE VAYAN TODOS”.
Pero el humo y los gases competían entre sí
y saturaban el aire, nuestros pulmones, y no habían
limones, ni limoneros que pudieran aliviarnos.

Pero, ay!, ¿qué hubiera sido sin aquellos recios piqueteros?
¿qué hubiera sido sin aquellos valientes motoqueros?,
¿qué hubiera sido del pueblo sin el pueblo por aquellos días?

¡Piqueteros heroicos! ¡quiero ya su monumento!
¡Motoqueros audaces! ¡quiero ya sus nombres en las plazas!

III

“Nuestra patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas.”

Recuerdo aquel silencio,
El humo y los gases estáticos,
como en fotografías;
Las balas inmóviles, expectantes,
En el aire espeso y maldiciente.

Recuerdo aquel silencio,
Tajeado, de repente,
por las hélices de un helicóptero,
que no paraba nunca de huir,
que no para nunca de huir,
que no parará nunca de huir.

Recuerdo aquel silencio,
Interrumpido violentamente,
por el rugir de nuestro pueblo alegre,
por el chocar los cuerpos en abrazo,
por romper otra vez en llanto.

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