Deformación | Hacia un concepto operativo de cultura

HACIA UN CONCEPTO OPERATIVO DE CULTURA

Por Ricardo Santillán Güemes

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MODELOS Y POLÍTICAS

“Somos víctimas y beneficiarios de nuestra propia cultura”. Aldous Huxley


Tomando como referencia pero a la vez ampliando conceptos tanto de Néstor García Canclini (1987) como de otros autores en este texto entenderé por políticas culturales un conjunto de intervenciones, acciones  y estrategias que distintas instituciones gubernamentales, no gubernamentales, privadas, comunitarias, etc. ponen en marcha con el propósito de:

·        orientar el sentido de las mismas hacia la concreción de determinados objetivos de desarrollo  o proyectos de vida y no otros;

·        satisfacer las necesidades y aspiraciones culturales, simbólicas y expresivas, de la sociedad en sus distintos niveles y modalidades.

Su cometido y razón de ser se centra, entonces, en tomar decisiones respecto de cómo operar y poner dinámicamente en juego (gestionar) los elementos culturales (materiales, de organización, de conocimiento, simbólicos y emotivos) de una comunidad, sociedad, región o nación en función de cumplir los objetivos mencionados.

Es evidente que el espacio cultural contemporáneo se caracteriza por ser cada vez más heterogéneo, complejo, conflictivo y cambiante. Como ya dije en otra parte en él se entrecruzan y confrontan fuerzas culturales globalizadoras que tienden a fijar sus reglas de juego y sus propios proyectos a partir de planteos absolutizadores y fuerzas culturales locales y regionales que tienden a mantener sus autonomías a partir de distintos tipos de respuestas. Interaccionan, cada vez con mayor asiduidad, actores sociales que “encarnan” tiempos y ritmos culturales diversos. Formas de vida de distinto origen histórico y significación que expresan múltiples maneras de resolver física, emocional y mentalmente sus relaciones fundantes. Prácticas, imaginarios y creatividades en pugna. Disímiles formas de percibir, sentir, valorar, pensar,  decir, organizar (construir), significar, controlar  y reproducir lo “real” y, en el caso que nos atañe, distintas maneras de diseñar e implementar políticas culturales.
Justamente dentro de estas son muchas, especialmente a nivel público, las que no son capaces o no quieren (decisión cultural) tomar en cuenta en sus planificaciones a la sociedad “en sus distintos niveles y modalidades”. Quizá porque sus mentores consideran que “todo eso” que hacen, piensan, dicen, bailan, cantan, festejan, intercambian, producen algunos sectores sociales  rurales y urbanos nada tiene que ver con “la“ cultura. Porque, claro, ¿cómo van a tenerla esos subsectores sociales expulsados, excluidos y sobrantes de la vida que, como bien dice Arturo Sala,  están “tirados ahí”?

De allí la importancia de clarificar cuál es el concepto de cultura que orienta dichas prácticas. Porque no existen conceptos neutrales o asépticos de cultura. Estos son siempre operativos y emergentes de una determinada concepción (política) del mundo y demarcan determinadas líneas de acción, orientan a los agentes en un sentido o en otro. Clasifican, diría Gregory Bateson.
El solo hecho de hablar de operatividad  nos aleja de cualquier tipo de búsqueda esencialista de la cultura y nos mueve a dar cuenta de la fuerte imbricación que existe entre: postura(s) política(s) / concepto(s) de cultura(s) / tipos y calidad de las acciones y estrategias que identifican a determinada gestión
De eso trata este texto.

(Continuara...)


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